sábado, 23 de agosto de 2008

Eurotour (4)

Día 4 (30-12-02): “El reencuentro”

Nos levantamos a desayunar. En el trayecto a la cocina me percaté de algo: Las niñas habían dormido en el living. Ahí sí que me sentí mal. Nos trataban demasiado bien y además nos prestaban la pieza de las niñas. Me sentí culpable. Mientras tanto, Javier anotaba en su página sus descubrimientos, muchos acá nombrados. Como el de que los WC son distintos a los de Chile. Cuando uno hace sus deposiciones, la taza del WC tiene por así decirlo una base y más atrás el agujero con agua, al contrario de acá que es solamente un agujero con agua. Así, la materia fecal no cae directamente al agua, sino a esta base casi sin agua y el baño adquiere un fuerte olor y uno puede mirar sus desechos y analizarlos. Por eso se le bautizó como “Scheißanaliezierungklo”. Y si fuera poco, las puertas no son 100% planas por su espesor o lado lateral y al principio uno piensa que no quedaron bien cerradas. Pero bueno, desayunamos bien y en eso llegó por unos momentos el hijo mayor de los Lisiuk, Bodjan (que yo pensé que se llamaba Wolfgang) que tenía 19 años. Vino y se fue al parecer a la casa de su polola donde pasa el tiempo. Parece que no lo pierde el muchacho.
Después del desayuno nos ofrecieron llevarnos a recorrer Berlín en auto. Así que fuimos con los papás y las niñas a recorrer. Después de andar por el Ku’ Damm fuimos por la zona más periférica de Berlín. Había nevado un poco, así que nos bajamos a observar un lago congelado, y de paso pegarnos uno que otro porrazo. También estaba lleno de patos, algo que no se ve mucho por acá. También pasamos por el ex-territorio norteamericano de la ciudad. Me recordó a Boston. Como dato curioso, había un albergue llamado “Salvador Allende”.
A la vuelta nos invitaron a almorzar. Mientras comíamos, le comentábamos a la Sra. Ana María que estábamos buscando a Guayasamín (Benjamín) y que supuestamente estaba desaparecido. Asustada, hizo el comentario de que había mucha gente que se desaparecía en Europa… y para siempre. En ese momento temí por la seguridad de Benjamirri y su hermano menor. Después de almorzar, decidimos salir a buscarlo, más que mal era el último día para encontrarlo ya que mañana sería “San Sylvester” como le dicen acá. La Brangenburger Tor estaba más llena que ayer. Quizás sería más difícil encontrar a Bergamirri.
Pasamos a través del Tor, caminamos en dirección a las tiendas y ahí nos encontramos frente a frente con Cervatín (su último nuevo nick). Nos saludamos emocionados, hacía 2 semanas que no lo veíamos. Se había hecho un piercing en la ceja. Un clásico de alguno que viajan: Tienen que hacerse un cambio. Ahí nos contó que había llegado junto a su hermano a un hostal, pero decidieron cambiarse al Jugendherberge (albergue de la juventud) principal de la Youth Hosting Internacional y no escribieron más a Santiago. Resultó que ahí se encontró con el resto de los chiquillos. Al rato nos encontramos con Wilhelm y Carole, a quienes no había visto hace 1 mes, porque ellos viajaban por el “Intercambio Oficial” de la Liga. Fue muy entretenido encontrar a los compañeros del colegio en el extranjero. Ahora que “ellos nos habían encontrado”, podíamos volver al Albergue y reunirnos todos como amigos. Seguimos a Benjamín, quien se manejaba muy bien por el metro de Berlín. Esto era algo nuevo: El sistema. Porque a diferencia de Santiago, donde uno usa un ticket en la estación para subirse a un vagón, acá uno compra sus tickets en unas máquinas bastante tecnológicas. Después hay que validar el boleto en una máquina y uno se sube al tren. Compré el boleto normal, a 2,10 €, cuya duración era de 2 horas. Nos subimos todos, aunque Wilhelm tuvo el descaro de viajar “Schwarz”, es decir, sin boleto “a la negra”. Al rato llegamos al albergue que afortunadamente estaba ubicado a 3 o 4 cuadras de nuestro departamento. En el albergue, nos quedamos sentados en unas mesas cerca de recepción a esperar al resto de los muchachos que habían ido a comprar.
No mucho después regresaron. Eran Mario, Catherine y Vilaboa. Éste último estaba igual, como siempre. De ahí subimos y nos quedamos un buen rato conversando acerca nuestras vivencias en Alemania (el resto en realidad, porque nosotros llevábamos 2 días recién y los demás como 1 mes). Ahí me di cuenta lo “heavy” del asunto. Muchos de ellos llevaban 1 mes solos, sin ver a nadie de sus conocidos. Pero ahora se sentían en casa con tanta alegría y su buen castellano. También conocimos a Evelyn, o “Ivy”, una muchacha de Osorno que se encontraba con varios compañeros de curso albergando acá. Mientras conversábamos, Bergamirri quizo aprovechar para cambiar su look. Ahora que tenía su piercing quería teñirse el pelo azul. Pero para eso necesitaba decolorárselo y se lo destiñeron. Se veía realmente freak con toda esa crema en el pelo. Aún así fue chistoso como se le fue decolorando lentamente.
Tomamos un poco, los muchachos habían descubierto una bebida que era como una mezcla de vodka con Ginger-Ale. Nos propusieron quedarnos a partusear, pero Javier no sabía bien. No lo culpo, no podíamos llegar tarde a una casa ajena, ni menos sin avisar. Pero la Sra. Lisiuk siempre decía: “Vengan y vuelvan cuando quieran”. Al final propuse que fuéramos a avisar, porque lastimosamente no teníamos su teléfono (mal jugado).
Fuimos todos al departamento. El resto se quedó abajo, mientras le dábamos las explicaciones a los Lisiuk. La Sra. Ana María decía “Sí, claro”, a su vez que Gustav miraba con una cara de “no me gusta la idea”. Después de esto, decidimos buscar un lugar para comer. En el sector no había mucho para elegir. Habían bastante restaurantes turcos con una carne muy rara llama Dönner. Según Wilemia, era rica, pero podía ser cualquier cosa. Al final terminamos yendo a un Burger King alemán, el cual era bastante distinto al chileno. Las papas eran diferentes y los sándwiches increíbles. ¡Habían hamburguesas tamaño XXL! Naturalmente probé una. Lástima que aquí en Europa sea todo tan costoso. Mi comida me salió como 4 lucas. Después de la rica comida nos separamos y quedamos en juntarnos a las 11 en la estación Kürfunsterstraße, puesto que en media hora más llegarían nuevos reclutas. Al llegar a casa, la Sra. Ana María nos había dejado un par de quequitos y jugo. En ese momento me sentí no merecedor de tanta bondad.

«Un reencuentro en el extranjero vale por 2.»


No hay comentarios: