lunes, 6 de octubre de 2008

Eurotour (7)

Día 7 (02-01-03): “Welcome To My Nightmare”

Nos despertamos temprano a desayunar. Quedamos de juntarnos en la estación temprano para despedir a Wilhelm y los demás. Primero nos encontramos con Karin y Catherine. Nos despedimos y se fueron. Al rato llegó Benjamín con Wilhelm. Nos despedimos todos y con Benjamín, quien se iba con nosotros a Praga buscamos lockers para su bolso. Como estaban todos ocupados, quedamos en juntarnos 20 minutos antes de la salida del tren a República Checa. Antes de tomar el U-Bahn de vuelta al departamento, fuimos a cambiar dinero. Le hablamos al tipo en inglés, porque con alemán no entendía (y eso que llevaba toda una vida en colegio alemán). Ahí me di cuenta que el inglés era la opción y también obtuve mis primera coronas checas, o Tschechische Kronen o Koruna Tscheska. Ya de vuelta en el departamento aprovechamos de almorzar. Almorzamos con Wolfgang (Bodjan), quien lucía una pinta de Neonazi y nos aprovechó de dar un par de “Tips” para nuestro viaje en Europa. Entre otras cosas contó que se iba a vivir por un año a París como servicio civil obligatorio. También la Sra. Ana María nos aconsejó que tuviéramos cuidado con los gitanos en Praga, porque son unos ladrones. Le entregué a Wolfgang su regalo antes de irse. Después con Trakavier le entregamos los regalos a la familia (menos a Gustav, quien no estaba). Fue idea mía entregar los regalos que llevábamos de Chile al final, porque iba a ser mejor y más significativo. La Sra. Ana María se emocionó mucho y casi se pone a llorar. Lo pasamos bien allá.. Nunca iba a olvidar el “Ah Ha Há” que hacía ella o lo bacán que tocaba el piano Weronika. Era muy profesional, tanto que le pregunté como se llamaba una de sus canciones: Take Five.
Ya en la estación nos encontramos con Benjamín. Estaba sentado, comiendo sardinas en lata. Javierde aprovechó de ir a comprar algo al supermercado y la Sra. Ana María de preguntar los asientos. También aprovechó de comprar ella también, porque trajo unos panes increíbles. Nos despedimos y así nos marchamos a la ex Checoslovaquia.
El viaje a Dresden estuvo lleno, por suerte agarramos asiento, pero después de esa parada, el tren se vació. Así que nos fuimos tranquilos comiendo y tomando. Después de un par de paradas, recibimos la visita de la fuerza policial. Estaban acompañados de una oficial rica. Siempre nos habían comentado que en Praga habían muchas minas ricas, y ya se empezaba a notar en el tren, era como un “avance”. La oficial nos pidió el pasaporte. Al rato llegó otro funcionario policial y nos timbró los pasaportes. También habían unos pandilleros checos que tuvieron roces menores con la inspectora, quien los retó al parecer, y los “invitó a bajarse”.
Finalmente, a las 20:45 llegamas a la ciudad de Praga, a la estación Hlavni Nadrazi. Filósofo había dicho Praga era satánico de noche… y no se equivocaba.


Tomada por unofficialghost en Flickr


Apenas nos bajamos del tren se nos acercó una señora ofreciéndonos hospedaje. No la inflamos mucho en realidad. Al rato ya había otra señora ofreciéndonos hosting. Hablaba en un inglés algo rumanizado. Nos ofrecía unas piezas bonitas por 300 coronas o “Ten Dolars”, como decía ella. Le pregunté si en su “Hotel Maria” habían lockers. Me respondió: “Lockers, oh yes”. Con Benjamín pensábamos que podía ser una buena idea. Además que era barato. Pero Javier dijo que mejor que no, porque era seguirle el juego a esa rumana y podía ser una ladrona. Le encontré toda la razón, además de recordar las advertencias de la Sra. Ana María.
Ahora había que sacarse a la vieja de encima, quien ya casi daba por hecho que nos íbamos con ella a su “Hotel Maria”. Para eso, tomé yo las riendas del asunto y recurrí al método más fácil, aunque el menos ético quizás: La mentira. Le dije que hoy no podíamos en realidad y que también: “We have a reservation in Hotel Beta (lugar donde pensábamos alojar que aparecía en el catálogo de la Youth Hostening International que nos dio la agencia de viajes)”
Pero cordialmente le dije mañana podíamos ir a su “Hotel Maria”. Ella nos respondió: “Hotel Beta… mmm…” y nos mostró en su mapita donde estaba. Después finalizó diciendo: “Ok… You call me tomorrow… Maria, call Maria and you come tomorrow at 10 o’ clock”. Y fue como: “Ah, ya, vale”. Y nos entregó su tarjeta. Decía Dr. Maria y tenía un apellido extraño. Seguramente era rumana. Después bajamos un piso y llegamos a la parte de la estación que conectaba con las líneas de metro. Empecé a mirar el mapa con las estaciones y según el catálogo que teníamos el Hotel Beta quedaba cerca de la estación Budejovidka. Mientras echaba el looking a los mapas, se me acercó un tipo y me preguntó (en inglés) a dónde íbamos. Le respondí que a “Budejovidka” y me mostró la máquina para comprar tickets. No tenía monedas para la susodicha máquina; el ticket costaba 12 y yo tenía un billete de 20. El amable sujeto me ofreció que yo le pasara el billete y el me conseguía cambio. “Que son buena onda la gente acá”, escuché decir a Javierito. En eso, me salió la desconfianza y le quité el billete que le pasé recién al tipo. Pero él al rato volvió e insistió que tenía cambio y le pasé el billete. De ahí metió las monedas a la máquina y me pasó un boleto. Le pregunté “¿y el vuelto?”. “Para mí”, respondió descaradamente. Ahí me volví loco, me descontrolé y le dije que me lo pasara. El hombre usó la sicología inversa y me empezó a mirar con una cara como de pidiendo piedad, de perrito faldero, muy triste. Como me percaté que no me iba a pasar el cambio, le dije que me pasara al menos 4 coronas (la mitad del vuelto que correspondía). Se lo repetí amenazadoramente una vez más y me dio una moneda de 5 coronas. Le di la mano amistosamente y me fui (nota del autor: en realidad ahora 2008 me doy cuenta que no valía la pena armar escándalo por 8 estúpidas coronas, será). Me asusté un poco, porque igual después de la transacción cambió su rostro a uno de pocos amigos: El tipo no era un nativo de Praga cualquiera: me había estafado un gitano. Quedé un poco así como traumado y me di cuenta de la dificultad de la situación: Estábamos solos en un país cuyo idioma no dominábamos, de noche y más encima en una estación donde corríamos riesgo de ser asaltados. A mi ya me robaron 3 coronas y lo peor podría suceder.
Mientras Javier compraba algo en una tienda, para conseguir monedas para los demás boletos, se nos acercó otra señora ofreciéndonos los servicios de su “Manhattan Accomodation Agency”. Nos mostraba las “maravillas” de su hostal, pero yo ni ahí y le decía “Ya, ya, ok.” Benjamín me dice: “Por favor, haz algo para sacárnosla de encima.” Le dije a la vieja que ya teníamos hostal, que gracias igual. Pero de todas maneras me quedé con el folleto.
Cuando por fin tuvimos los 3 boletos de metro, nos aventuramos a subirnos al metro checo. No era la gran cosa en realidad. De hecho, el de Santiago actualmente está mejor. Lo chistoso que tenía era la voz del conductor (la cual seguramente estaba grabada) cuando arribábamos a alguna estación “I. P. Pavlova” o “Muzeum”.
Y finalmente llegamos a Budejovidka. Seguimos derecho, como indicaba el mapa para llegar al Hotel Beta. Después de mucho caminar (más o menos 20 o 30 mintuos), sentí que no íbamos en dirección correcta, porque nunca llegábamos. Le pregunté a una lugareña joven, si estábamos bien y me dijo que sí. Lastimosamente los dos mapas que traía de Praga, no cubrían la zona donde estábamos, solamente nos podíamos valer con el trozo de mapa que venía con el catálogo de hoteles. Fue angustiante, puesto que por si fuera poco, ese único mapa era muy inexacto y ¡las calles no tenían nombre! Era deprimente, puesto que bastaba con ver un mapa y uno se daba cuenta que Praga era un laberinto de calles. Fuera las avenidas y calles principales, no existen, muy a la antigua. Tras su buena caminada, logramos dar con la calle que llevaba al Hotel Beta, cuya trayectoria marcaba una larga curva. Me emocioné, porque se había visto el cartelito del Hotel Beta. Momentos más tarde, llegamos a un estacionamiento bien grande, rodeado de blocks, o edificios tipo bloque, como los de Carlos Antúnez en Providencia, pero más feos. Había distintos caminos para tomar, estaba oscuro, había poca iluminación y el famoso hotel podría estar en cualquier parte. Muy cansados, decidimos detenernos e ir por turnos a buscar donde podría estar la hostal. Primero fue Benja, metiéndose a una calle X, pero volvió sin encontrar nada. Después fue Javier, quien llegó hasta un barranco, y regresó sin éxito. En mi turno, me metí a una calle de apariencia infinita. Decidí regresar, pero antes, le pregunté a un anciano (en inglés, of course), pero tampoco sabía nada. Al volver, le avisé a Javier que encontré otro cartel del Hotel Beta, corrió a buscar y por alguna razón no volvía nunca. Con Benjita aprovechamos de comer, y al rato volvió Traka impactado: “No lo van a creer, encontré en una pared el logo de la YHI roto”. Lo seguimos y todos vimos el logo destruido y temimos lo peor. Y en realidad, hubo mucho que temer. Con Cervatín tratamos de buscar alguna puerta para entrar al edificio que le correspondía la pared con el logo y en eso encontramos una portería con luz prendida. Benja se acercó a mirar por el vidrio, pero no se veía nada. Al marcharnos, se abrió la puerta, apareció un sujeto furioso y antes que Benjamín pudiera decir algo, gritó: “HOTEL BETA… KAPUTT! (destruido)”
Ya nada podía ser peor. Estábamos abandonados en una ciudad desconocida, solo y sin un lugar para dormir. Ya era muy tarde y estábamos muy cansados. Mientras caminábamos de vuelta a Budejovidka, yo ya pensaba en como sobrevivir la noche, pasando de largo o incluso tirarse a dormir entre unos arbustos. Más encima Cervatín ya estaba reventado y Trakavier se sentía mal. Así que caminamos un buen rato de vuelta al sector donde estaba el metro Budejovidka para preguntar en el hotel Barceló, que Javier lo conocía por parte de su papá. Lastimosamente la habitación más barata costaba 100 €, individual: Un desastre. Afortunadamente nos recomendaron el Hotel Ilf, que según dijo la persona que nos atendió, era más barato.
Llegamos reventados al Hotel Ilf. Como era de 3 estrellas, era un poco más barato en cambio del Barceló, que tenía 4. Nos dijeron que el total sería de 2700 Kç, aprox. 100 euros. Iban a ser 1 habitación simple y 1 doble. Naturalmente era mejor que el otro hotel, pero no dejaba de ser costoso. Nos sentamos a discutir sobre el asunto, si pagábamos semejante cantidad o seguíamos deambulando por las calles de noche hasta encontrar alguna oferta mejor, y cuando íbamos a a lanzar una moneda para hacer un “cara o sello”, paramos y dijimos: “No, quedémoslo.” Ahí la tarjeta de crédito de Cerroamín hizo su magía y nos registramos. Nos pidieron los pasaportes obviamente e incluso la señorita se complicó y nos preguntó sobre como era el asunto con nuestros “First Name” y “Last Name” porque se complicó al ver 2 nombres y 2 apellidos.
Ya registrados, subimos al piso 7 a nuestras respectivas habitaciones. Antes de dormir, se pueden sacar las siguientes conclusiones:

a) Nunca viajen sin reservar en hotel.
b) Asegúrate que el hotel exista.
c) Tener un mapa decente.
d) Nunca viajes con mujeres, a menos que sea con tu mujer (o tu amiga de la vida).
e) Jamás confíes en un extraño.



«Reserva hoy, o pagarás el doble mañana.»


PD: Hace 1 o 2 años hablando con Javier por teléfono, me comentó que la Sra. Lisiuk había fallecido producto de un cáncer hace un tiempo. Esta entrada está dedicada para ella y toda su familia.

1 comentario:

Javier dijo...

Que bueno que le hayas dedicado la entrada a aquellas personas tan humanas como eran los Lisiuk.

Notable recordar todo esto.

Otras cosas que quiero agregar:
Que la niña que nos encontramos y nos dijo que íbamos en dirección correcta, dijo que estábamos muy lejos y que teníamos que tomar un bus. Que no hicimos, por supuesto. Pero la mina creo que era muy cute.

Y que cuando buscábamos el hostal, se puso a llover. Todo lo que no.