lunes, 1 de septiembre de 2008

Eurotour (5): Año Nuevo's Edition

Día 5 (31-12-02): “San Silvestre”

Y llegó el anunciado día. Un día que permanecerá en la memoria de todos aquellos que estuvieron ahí. Lo que pasó en este día, sin duda, vale por 1 mes. Nos despertamos algo atrasados. Desayuné rápidamente la comida que nos habían dejado anoche, pero aún así sabíamos que nos iban a atajar para el desayuno y no podríamos rechazarlo. Así desayunamos bien y nos apuramos para llegar a tiempo a la estación. Recuerdo que la Sra. Ana María hizo el comentario de que nos sintió llegar y de ahí Peich me retó por meter bulla en la noche. Quizás tenga razón, en mi casa siempre me retan por ir al baño de noche.
Llegamos 10 minutos tarde a la estación. Esperamos un buen rato, la gente siempre suele llegar tarde, o por último nos habrían esperado. Lástima, porque siempre uno debe esperar y cuando lo tienen que esperar a uno no lo hacen. Finalmente fuimos solos al Berlin Zoologischer Garten, donde supuestamente estarían todos. Al llegar nos encontramos con Mario y subimos los 3 por unas escaleras mecánicas. Arriba estaban todos. Habían llegado Chofa y Karin, también estaban “Maru”, “Cata Ugarte” y el Barmin, que rápidamente se retiró. Brillantín estaba rubio (o decolorado) y parecía futbolista japonés. Regresamos al albergue para hacer el “Check-In” de las niñas. En ese momento nos separamos en 2 grupos: Los del curso “A” y los del “B” (del B eran Wilhelm, que a veces se unía más a nosotros, Catherine, Maru y Cata Ugarte, para no nombrarlos a todos). Algo que se venía venir. Recuerdo perfectamente el sufrimiento de Volantín (Benjamín) quejándose cuando llegaron las del B. Al terminar el Check-In los del A quedamos esperando a los del B, quienes habían ido a comprar víveres para sobrevivir a la noche. Aburridos de esperar, salimos a sacar fotos al Brandenburger Tor. Yo no tenía ganas, pero era justo y necesario, además tenía ganas de visitar otra cosa, pero se suponía que hoy iba a estar todo cerrado. En la estación de Kürfunsterstraße, sucedió el primer evento “heavy” de la jornada. Nos subimos al vagón y partió el tren. De pronto, un tipo que iba tranquilamente parado se sacó de la camisa un carné y gritó: “Kontrolle”. Era un inspector disfrazado de civil. Nos pidió los tickets, que obviamente teníamos, pero los incorrectos. Resultó que habíamos comprado los del día completo, pero para los “Ermäßigung”. Un “Ermäßigung” es quien paga menos, ya sea por discapacidad o tener menos de 13 años. El inspector me pregunto mi edad y yo dije casi por inercia 16 aunque tenía 17 en el momento. No sirvió porque era para 13 el asunto. Finalmente el sujeto nos hizo bajarnos a todos, ya que todos tenían los tickets malos. Lo chistoso que el inspector le echó 13 años a Mario y Carole. Ni Benjamín se salvó, puesto que su boleto semanal había sido validado más de una vez, hacíendolo inválido. En eso, llegaron los amigos del inspector. Eran todos unos gigantones. Como dato curioso, creían que éramos italianos (confusión que pasaría más de alguna vez en todo el viaje por Alemania) y se sorprendieron al enterarse que veníamos de Chile. Finalmente nos explicó que debíamos pagar una multa de 30 Teuro (ese fue el nombre nuevo que me enseñó Mario). Lo satánico fue que el tipo nos contró uno por uno, sumando el dinero: 30, 60, 90… 180€. Afortunadamente, las chiquillas haciendo uso de la piedad, les explicaron que nosotros no sabíamos y que era nuestra primera vez en Alemania. Los sujetos no eran tan crueles después de todo y se les ablandó el corazón, llevándonos a la máquina para que compráramos nuestros nuevos boletos. Incluso nos recomentaran que compráramos un Gruppenkarte, es decir, tarjetas para grupo. Después nos despedimos y tomamos el metro hasta Postdamer Platz.






Hoy si que sí estaba infectado de gente el B. Tor. Ya se podía ver que estaban terminando de instalar la maquinaria para el año nuevo. Habían incluso sacado el árbol gigante de navidad. Era fácil perderse, porque de pronto nos quedamos solos Cervatín, Javier y yo. Aprovechamos de comprar unas Bratwurst para el frío que estaba más fuerte que nunca. Estaban ricas, para el precio, pero la mostaza europea era asquerosamente picante. Los alemanes no eran tan perfectos después de todo. Al final nos encontramos con el grupo y fuimos a fotografiar el Reichstag. El “patio” estaba ahora congelado por el frío, incluso se podía patinar. Ya el frío era brutal, así que nos decidimos seguir moviendo. Ya de nuevo en el B. Tor nos volvimos a separar, quedando Vilaboa, Page y yo. Aburridos de esperar, nos fuimos solos al Alexanderplatz. No había mucho que mirar en realidad. Al menos le sacaron una foto al Fernseh Turf, lástima que estaba cerrado y no pudimos subir. Fotografiamos una capilla y otras cosas. Ya estaba oscureciendo y volvimos al albergue. Ahí nos encontramos con los chiquillos quienes nos estaban esperando. Ahí decidimos salir de nuevo a Alexander Platz, pero sin la Chofa y Karin que no habían dormido nada y se quedaron descansando.
En la estación Kürfunsterstraße nos subimos al vagón del tren y al cerrarse nos percatamos de algo: Filósofo se había quedado afuera poniendo una cara de estupefacto. Nunca supimos por qué, la cosa es que simplemente no reaccionó y no se subió. Nos tuvimos que bajar en la siguiente estación para esperar la aparición de este cabro que no llegó nunca. Con Javier fuimos caminando a la estación donde Benjamín se había quedado (ya no andaban trenes de vuelta) y no estaba. Cuando volvimos hacia donde nos esperaba el resto decidimos regresar al albergue. Ahí nos reunimos con los del B y nos quedamos en una habitación comiendo y tomando. Al rato regresó Mirri y nos quedamos conversando. Mientras las mujeres del A se arreglaban, las del B conversaban acerca de unos temas que terminaron traumatizando a Mercantil y provocaron su retirada. Ya estábamos listos para salir tras haber hecho el precalentamiento correspondiente. Con Mario nos tomamos un nuevo brebaje en ese momento: Red Bull. Aquí en Chile en ese tiempo recién estaban entrando en circulación los tragos energéticos, cargados de cafeína y taurina. Me tomé el trago a medias con Mario y me sentí muy feliz, pero en ningún momento el poder de la bebida. También nos fijamos que acá se podía tomar alcohol en la calle, así feliz de la vida. Wilemiun también me convidó de su Red Bull mezclado con ron, que según él daba más energía.
A todo esto, la calle era un infierno. ¡Los alemanes están locos! Todo el mundo andaba lanzando cohetes como enfermos. Acá es ilegal el uso de los fuegos artificiales, aunque claro, porque de vez en cuando sale el caso del niño que se quemó por estar jugando. Y como ninguno de nosotros estaba acostumbrado, nos daba miedo que nos llegara alguno. Y con mayor razón: Había un grupo de enfermos que nos lanzó un par. De hecho se reventó uno casi al frente mío. Me llegaron a doler los oídos. Incluso a una de las chiquillas le saltaron chispas a la cara. Al llegar al Postdamer Platz, el Vilaboa nos hizo esperar, que se iba a reunir con alguien. Y como nunca llegó seguimos nuestro camino. Era todo un despelote, lleno de basura (algo que uno no se imagina en un país primermundista), policías y ambulancias. A la entrada estaban revisando y como llevábamos champaña, no nos dejaron entrar. Buscamos entrar por otra parte, pero no se podía. Así que hubo una gran discusión, puesto que Maru y Cata (que no tomaban) decían que dejáramos el copete, y el resto, que lo tomáramos ahora o guardarlo. Después de un par de roces lo terminamos guardando en unas ventanas de la cercanía.
Ya adentro, se sentía el poder de la fiesta. Todos los alemanes “partuseando”. Queríamos llegar bien adelante y poder ver mejor el show en vivo. Y a alguien se le ocurrió la buena idea de hacer un trencito y nos abrimos el paso hacìa adelante. Después llegamos lo más adelante que se podía y disfrutamos del show en vivo que en realidad era puro playback. Me acuerdo que después pasaron unos alemanes gritando “Oye Chofa” y que de paso parece que le corrieron mano. Me acuerdo que ahí probé por primera vez tabaco. Le pedí un poco de cigarro a Filósofo y listo. No tenía mal sabor y ahí entendí por qué era fácil hacerse adicto.
Después empezaron con un clásico: The Final Countdown. Al finalizar la cuenta regresiva, había terminado el 2002 dando paso a un nuevo período.

«Feliz año.»



1 comentario:

Javier dijo...

Ja, ja, qué buena la foto. Hasta aparece Waka haciendo su típico aplauso eufórico.

Wn, ahora te falta la segunda parte de la noche que no deja de ser brígida. Con Súperman y el frío de -15ºC =p

Igual bakán recordar aquellos gloriosos momentos :)